domingo, 21 de noviembre de 2010

hace poco mas de un año


Lamento no haberme metido a escribir, pero pues la verdad me da un poco de flojerita…
Ya tengo 18 años, se supone que es un paso importante y demás. Pienso y pienso, y sigo con la firme creencia de que no sé mucho de casi nada, sigo sin comprender algo tan sencillo como un “porque” y un “para que”…

Lo cierto es que han pasado 18 años desde que nací, no recuerdo mucho de aquel 23 de octubre, ni pido recordarlo; y todo este tema de un años más de vida o uno menos que me queda, uno que se va o se me junta me ha puesto a pensar, mi vida ha sido buena y linda, ha sido por mucho una gran aventura que he disfrutado vivir; pero hace poco mas de un año la aventura pudo llegar a su fin, tuve un renacer del cual tampoco recuerdo mucho, ni pido recordarlo, pero a veces la curiosidad me pide hacerlo…

Fui atropellada, y me desmalle alrededor de 1 hora, tuve despertares múltiples y recuerdos difusos,  pero  nunca olvidare ese nuevo volver a la vida, ese maravilloso momento de confusión y pánico en el cual desperté por  primera vez, fue el momento más lúcido que puedo recordar que tuve entre todos esos despertares, el momento en que mis planes ( de los que el destino se burló), mis quehaceres, mis miedos, mis recuerdos o falta de estos, mi cuerpo, mi dolor de cabeza, mis faltas, mi clase, mis exámenes, mi familia, mis cosas y dinero, la sangre, la culpa, lo que me había pasado, mi vida entera cayó sobre mí en un solo segundo. Desperté confundida, con dolor, sin saber, sin poder moverme, creo que intente hacerlo con tanta fuerza que me lastime un poco más de lo que ya estaba, pregunte que me había pasado, me dijeron;  entre en negación, pero poco después tuve una idea de lo que debía sentir : miedo, pero tuve una idea mejor: clamarme. En cuanto sentí el dolor en mi cabeza y al tocarme mire la sangre en mi mano, repetí mentalmente mi nombre, mi dirección, recordé a mi hermano y a mi mamá, junto a ello me invadieron unas ganas enormes de ir a mi casa, y con lágrimas en los ojos rogué porque me llevaran ahí, jure y perjure que estaba bien, jamás en mi vida extrañe tanto mi casa; entre las repeticiones mentales de mis datos y sumas, recordé también un teléfono que no se si di o me desmalle nuevamente antes de hacerlo, pero lo que si recuerdo es que  le dije al paramédico que debía llamar a mi casa, y él me contesto: ”si lo haremos.”, entre que cerraba los ojos y los abría, entre que me iba y volvía, escuche a la enfermera diciendo que no podían atenderme y al paramédico reclamando con un: “y ¿porque no?”. Yo por mi parte le hable y dije: “llévenme a la 192, mi mamá trabaja ahí”.

Fuimos a la 192 (el hospital de Plaza Aragón), y pues mi mama ya no trabajaba ahí, pero en fin. Llegamos y antes de bajar como una paciente considerada le di las gracias al paramédico, yo sé que probablemente me dio por mi lado, pero fue un agradecimiento genuino.  Mi hermano ya estaba esperándome, lo mire y me disculpe, le pedí perdón por extraviar su gorra favorita, nunca vi a mi hermano con tanta preocupación en su cara, y volví a llorar, seguí disculpándome, y el siguió diciéndome que no era mi culpa…no me desmalle de nueva cuenta, fui atendida y demás, de hecho le permitieron a mi mamá que me atendiera (supongo que eso la tranquilizo),  me quede dormida, después regrese a mi casa, y vi las caras de sorpresa y preocupación de mi padre y hermano, y volví a dormir, al cabo de doce horas  toda esta aventura había llegado a su fin.

Porque escribo esto, pues porque mi madre continuamente me repite que tengo que inventar un foco,  no vivo de a gratis; porque tengo la responsabilidad de hacer algo con mi vida, no sé si inventare algo, o si llegare a cambiar vidas, o si lograre que mi vida valga la pena,  no lo sé por qué sigo sin responder unas preguntas tan sencillas como ¿para que vivo? o ¿porque estoy aquí?, no tengo derecho a hacer estas preguntas a manera de reclamo, y me miro y recuerdo cuantas veces durante mi adolescencia e infancia les reproche a mis padres por haber nacido y por tener la vida tan infeliz que tenía, y cuantas veces me dijeron que no reclamara…¡¡¡que tonta fui!!!.

Hoy me miro y veo en mi las huellas tan rotundas que dejo en mi ese accidente, desde la cicatriz en mi cabeza, hasta mi pánico para cruzar calles…

Hoy me miro y sigo sin resolver las preguntas planteadas, pero después de no saber nada, de perder el conocimiento y no sentirme, de no entender, de que me abandonara mi conciencia, comprendí que quiero vivir, sigo sin saber un porque o un para qué, pero se el cómo, quiero llevar una vida digna, y repleta de amor. Porque lo que si se es que en cualquier momento puede pasar algo y acabar conmigo, ahora sé que no soy de cristal, pero también sé que no soy invencible; y por alguna extraña razón ahora tengo la certeza de que todos estamos aquí para hacer algo, aunque no sepamos bien que es, también sé que aunque no fuese así, aunque no existiera un significado más alto para la vida vale la pena vivir por uno mismo, para divertirse y disfrutar, para comer, dormir, comer helados y chocolates,  reír y jugar, para aprender cuando ser egoísta y aprender a dejarlo de lado, para besar y abrazar.

Para degustar la vida junto a alguien o muchos “alguienes”, y la verdad es que después de ese renacer de golpe, tuve otro más profundo, y este ha sido el que me llevo a todas estas conclusiones, el que me ha llevado por diversos senderos, y al anhelado vivir día a día, a disfrutar y apreciar todo lo que me ocurre, y lo que me hace todavía más feliz: saber que las cosas no dependen de mí,  esa burla del destino antes mencionada me enseño que uno nunca sabe lo que puede pasar con sus días y noches, y aunque salgo de mi casa con una idea de lo que haré en el día la realidad es que no sé lo que pasara con él.

No planeo, ni espero, solo sé que lo que venga lo tomare de la mejor manera posible…